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Etapa 14: Conegliano – Valdobbiadene (contrarreloj)

Una cuestión de ritmo

Valdobbiadene, 23 de mayo de 2020
por nuestro enviado Giovanni Battistuzzi
dibujo por Jacopo Rosati

Siempre parece fácil hablar del tiempo. No se trata de esas veinticuatro horas y pico que nos hacen creer. Es todo un poco más complejo, o por lo menos un poco más colorido. Seguramente variable. Sobre todo en estas zonas, entre estas colinas que anhelan convertirse en Prealpes despidiéndose, adiós, adiós, de la llanura y que, sin embargo, no han tenido la fuerza necesaria para hacerlo. De todos modos, las alturas que conectan Conegliano y Valdobbiadene no se han lamentado, en todo caso se han crecido, pero es historia reciente que los que utilizan las palabras justas llaman gentrificación. 

Y no era así un tiempo. Ya, el tiempo. Durante siglos ha sido solar: se empezaba a sudar cuando subía el sol, se terminaba cuando se ponía. Y si no era por el cansancio, uno se quejaba por el hambre. Las horas eran chasquidos de campanas a lo lejos y que resonaban en la tierra. Chasquidos que se convirtieron en trinos, campanillas que señalaban inicio, fin y pausas, cuando el tiempo se convirtió en antisolar y las fábricas reemplazaron los campos. Pero el esfuerzo era el mismo, el hambre moderado.

No la sed, esa se ha quedado igual, siempre. Lo que ha cambiado ha sido el vino, que se ha atemperado, embellecido, sofisticado. También los vasos, que de torpes y espesos como eran se han estirado, se han estrechado, se han vuelto más elegantes y se han propagado hasta acompasar los días. Una nueva dimensión temporal, el tiempo de un goto (vaso), de un Prosecco, de un spriss (spritz), nueva moneda de cambio en los paréntesis del trabajo. 

Está en el beber, o tal vez en el hacer beber la clave por la cual estas colinas han vuelto a vivir, han vuelto a ser recorridas, tras superar el riesgo de ser olvidadas. Han vuelto a llenarse de caras. Las comunes, las de todos los días, y las transitorias, muy a menudo pedaleantes, porque entre todoterrenos y coches grandes por lo menos los vénetos no se han olvidado de las bicicletas. Y amén si muchas veces tienen que costar como un coche grande para que sean aceptadas en el grupo. «Porque en la vida hay muchas reglas y muchas chorradas. Y muchas veces no se entiende la diferencia», por lo menos según Bepo, que estas colinas las conoce desde siempre y más que las colinas incluso, las tabernas. «El beber también tiene sus reglas. Es toda una cuestión de ritmo: un vaso cada media hora y en el medio dos de agua. Pero solo porque soy viejo y el vino se me sube a la cabeza».

Porque el tiempo no es nada más que una cuestión de ritmo. Lo saben bien Richard Carapaz, Miguel Ángel López, Davide Formolo y Romain Bardet, que no lo han encontrado en ningún momento en la segunda contrarreloj del Giro de Italia; lo sabe bien Chris Froome, que lo ha encontrado tarde; lo sabe bien Tom Dumoulin que en los primeros seis kilómetros lo había encontrado. Una cadencia armoniosa, la suya, sobre todo rápida. Rápida hasta hacerse escurridiza mientras la carretera subía hacia la cumbre del muro de Ca’ del Poggio. Que no se llamaba así antes: Rivon dei pascoli. Pero con el cambio del prosecco se ha vuelto más elegante también la toponímica. 

Tenía que ser el día bueno para agitar la clasificación y castigar a los vanguardistas romañolos. No ha sido así. Las piernas del holandés se han perdido entre las hileras de vides de Glera. Y el minuto y cuarenta y ocho segundos en el control se ha transformado en una mueca, en dos ojos perdidos en el vacío de una pregunta a la que no sabe contestar: ¿se acabó de verdad?

Otra mirada y otra mueca: las de Maximilian Schachmann. El velo de fastidio y decepción de los primeros días lo ha tirado entre las colinas de Romaña, lo ha dispersado entre las Euganeas, lo ha convertido en una sonrisa en las de la Marca trevisana. El alemán el ritmo no lo ha perdido nunca, es más, lo ha incrementado pedalada tras pedalada, hasta alcanzar ese pedaleo superior, el decisivo, que se ha multiplicado ante los ojos de Rohan Dennis. El australiano había esperado horas sentado sobre una sillita, dándose aires sabiendo que había cumplido toda una hazaña. Sin embargo, pedalear durante 33,7 km, algunos de los cuales nariz en alto, a casi 48 promedio no es cosa de todos, sobre todo no es poca cosa. En la pantalla había visto el signo ‘más’ que acompañaba a todos sus competidores durante cada paso intermedio.

Los datos de las células fotoeléctricas no mienten. Pero a veces engañan. Sobre todo porque no saben imaginar. Y el descenso de Schachmann desde Santo Stefano es territorio de la imaginación. Es ahí donde los quince segundos que lo separaban de Dennis se han evaporado, poniéndose a cero. Dos segundos, el tiempo perfecto para que se eliminase la sonrisa de la cara del corredor del Team Ineos. La toalla tirada al suelo, las palabras que parecían a punto de estallar, pero que se han ido con él hacia la caravana del equipo. 

Vincenzo Nibali, en cambio, las palabras las tenía, decimotercero a la llegada a 1’18, pero delante de casi todos los hombres que luchan por la general: «podía ir mejor, pero no ha ido mal, lo contrario». Y también Damiano Caruso octavo a 55’’: «si me lo hubieran dicho en la salida no me lo habría creído».

Y tampoco Tim Wellens creía lo que el coche de equipo le decía, que pedaleando de rosa entre las colinas de las burbujitas doradas, en cierto momento había empezado a creer en la proeza. No una victoria, cierto, pero sí un resultado grande. Una danza sincopada, la suya, en cinco cuartos. Cinco como los segundos ganados a Dennis del tercer intermedio al tramo que conduce a Guia (mejor que él solo Carlos Alberto Betancur, que en este Giro, como no le sucedía desde hace tiempo, volvió a hacer de corredor). Y luego, otro par de segundos roídos en la cima de Santo Stefano, a menos cuatro de la llegada. Podía ser una obra maestra. Después de tres curvas mal ajustadas, dos arruinadas por completo y un rectilíneo en la última curva del descenso. Pérdida alta, 1’45’’ en el saco,  pero caída evitada y la rosa todavía con 27’’ a sus espaldas. Un destino para compartir con el “súper Ganassa”. Porque también Remco Evenepoel ha tenido que hacer frente al mismo camino recto, con el mismo susto. El chico también se queda en pie, pero pierde el empuje y la posibilidad de llevarse a casa la segunda victoria de este Giro.  

A los dos belgas, de todos modos, les ha ido mejor que a Victor Campenaerts. Para el ganador de la hora dos intermedios de récord, luego dos pinchazos y un excursión por los campos. En San Pietro di Barbozza, retraso tras retraso, se ha parado: el tiempo de un goto de vin, dos saludos al tabernero y vamos.


Classifiche

Ordine d’arrivo tappa 14

1Maximilian Schachmann 
2Rohan Dennisa 2”
3Thomas De Gendta 31”
4Remco Evenepoela 35”
5Chris Froomea 45”
6Patrick Bevina 50”
7Lawson Craddocka 53”
8Damiano Carusoa 55”
9Tejay Van Garderena 58“
10Pello Bilbaoa 01’07”

Classifica Generale tappa 14

   
1Tim Wellens
2Maximilian Schachmana 27”
3Pello Bilbaoa 01‘18“
4Krists Neilandsa 02‘27“
5Carlos Alberto Betancura 02‘43“
6Simon Pellauda 03‘51“
7Gino Mädera 05‘48“
8Vincenzo Nibalia 07’14”
9Remco Evenepoela 07’17”
10Tom Dumoulina 07’46”
Mattia Cattaneoa 07’49”
Chris Froomea 07’59”
Wilco Keldermana 08’00”’
Tejay Van Garderena 08’00”
Danilo Carusoa 08’09”
Jakob Fuglsanga 08’12”
Giulio Cicconea 08’20”

Maglie tappa 14

Maglia Rosa:Tim Wellens
Maglia Ciclamino:Elia Viviani
Maglia Azzurra:Krists Neilands
Maglia Bianca:Gino Mäder

 

 

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