A cura di Stefano Brambilla
Es el día del Passo dello Stelvio, quizás el lugar que en el imaginario colectivo más se identifica con el Giro de Italia. Pero la etapa 18, que se desarrolla en un extraordinario cuadro de los Alpes ubicado entre tres provincias y dos regiones, ofrece mucho más: manzanares perfumados, valles todavía silenciosos, pequeñas iglesias y castillos, bosques de alerces, picos gigantes dominados por nieves perpetuas. Solamente hay cuatro subidas, pero muy difíciles, dado que el desnivel alcanza los 5.400 metros, en lo que, en efecto, es una súper etapa, digna de la historia del Giro.
Además, el comienzo está en subida, otra vez desde Pinzolo hacia Madonna di Campiglio y en dirección al Passo Campo Carlo Magno; desde este punto el paisaje se abre al floreciente Val di Sole, patria del ciclismo de montaña, pero es una mirada fugaz, dado que se empieza a subir enseguida el Passo Castrin/Hofmandjoch, en una carretera que ha sido finalizada recientemente. Esta es una zona donde hay pocos turistas: el Val d’Ultimo, donde se baja, es un mundo apartado de densos bosques, prados, casas de madera con balcones floridos.
Un universo totalmente diferente se abre llegando al fondo del transitado Valle del Adige: se pasa por la elegante ciudad de Merano, los manzanares de Val Venosta, la iglesia de San Procolo y sus frescos a Naturno.
Apenas sin tiempo para cambiar el desarrollo y se alcanza el Passo dello Stelvio, subido por su lado más complicado. Las curvas cerradas en subida y en bajada constituyen, entre las remembranzas de los grandes campeones, la quintaesencia de la carretera alpina. Pero la carretera no termina aquí: en Bormio no hay tiempo para relajarse en los baños termales, por lo menos todavía no. Cierra esta gran etapa la última subida a los lagos de Cancano, con las “escaleras de Fraele” y las 21 curvas cerradas que acompasan perfectamente la ascensión por esta ladera de la montaña. Incluso el ciclista más rutinario no podrá evitar quedarse maravillado ante las dos torres medievales, construidas para proteger el recorrido que conectaba la Valtelina con el valle de Engadina y Alemania, y por el sensacional panorama que se extiende hacia las cimas, en particular sobre los neveros de Cima Piazzi.
Primero se encuentra el pueblo de Stelvio y luego el de Trafoi. Siguen las 48 empinadísimas curvas cerradas, entre imponentes vistas de crestas y glaciares hasta llegar —después de un desnivel de 1.870 metros— al passo dello Stelvio, a una altitud de 2.758 m que comunica desde siempre el val Venosta con la zona de la Valtelina en Lombardía. La carretera del Passo dello Stelvio, construida con fines militares entre 1820 y 1825 por los austríacos, es una de las más evocadoras de los Alpes, y más aún para los ciclistas desde la victoria de Fausto Coppi que, en 1953, coronó este paso después de una subida épica. Cada año, se conmemora la hazaña del campionissimo con una manifestación cicloturística no competitiva, Stelviobike, que ve cómo miles de aficionados se lanzan a las conquista de las dos vertientes del puerto saliendo desde Prato allo Stelvio o desde Bormio.
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